MUDANZA ("La Baja", IIª parte)


¿Cómo se puede abrazar a una casa en la que has sido feliz? Así me sentí yo a comienzos de julio. Estuve sólo casi 2 semanas, alternando viajes de 200 kilómetros entre Las Bayas (Elche, Alicante) y La Playa de la Pobla de Farnals (Valencia), acabando el curso en mi último instituto como profe de Historia. Empaquetando nuestros enseres de cocina. Desmontando lámparas. Escuchando el eco de las habitaciones. Hasta que no quedó nada en aquella casa. Nada material. 
Cuatro años de hogar. Así resumo mi vida en aquella casa. Cuatro años intensos de vida juntos. Aida y yo nos fuimos allá nada más conocernos. Todo era nuevo. Nuevos besos, nuevas risas, nuevas habitaciones. Habitamos mundos nuevos mirando la vega del Vinalopó, a poniente, y la bahía de Santa Pola, a levante. Crecimos como humanos. Sentimos como gigantes. Y en medio de toda aquella dulce locura, surgió una vida nueva: Iris. Ha sido una fantástica aventura. El comienzo de un viaje.
Hace unos meses, no podía imaginar que dejaría ese nido tan pronto. Lo sabíamos provisional. Pero todo cambia, nada permanece. Y mi baja lo cambió todo. 
Septiembre se acerca. Su llegada es inminente. Siempre he sentido ese mes como el comienzo de muchas cosas. Nuevos proyectos, nuevas ilusiones. Este septiembre es especial. Comienza mi excedencia. Mi paso por las aulas se interrumpe por dos años. Lo necesitaba. No es un abandono de la lucha. Es una necesidad vital. Desde bien pequeño siempre me molestó que me dijeran cómo hacer las cosas. Necesitaba que me dejaran ser. Mis padres me quieren bien, y procuraron enseñarme a desenvolverme con destreza e inteligencia. Pero yo necesitaba hacerlo a mi manera. Cometer errores. Mis errores. Aprendo así. Haciéndome a mi mismo. 
Sí. Dejo las aulas. El sistema educativo público tiene unas paredes demasiado estrechas, y unas miras demasiado cortas. En mi paso por él, he visto esa continuidad con el modo en que me educaron a mi. Pero yo he cambiado, y el mundo también. He podido aprender sobre la maravillosa riqueza del cerebro humano si se le alimenta, sobre la capacidad infinita de crecer de un niño si se le permite, sobre la necesidad de jugar y de reír para que lo aprendido permanezca con placer en el alma. En las aulas apenas hay rastro de todo esto. El Sistema se rige por la imposición y el castigo, por el autoritarismo. Tradición, y no investigación. Sufrimiento, y no esfuerzo. Dolor, y no placer. Por mi, ya basta.
Desde que estoy aquí, en La Pobla, mi salud ha mejorado. El peso de la contradicción se hace liviano. La esquizofrenia docente va desapareciendo. Seis años de mi vida haciendo lo contrario de lo que creía. Mis principios se estaban ahogando en un mar de obligaciones inútiles. Presionar a niños a hacer lo que no les interesa era muy duro. Mi estómago, mi corazón y mi cabeza no lo soportaban. Por eso debo volar. Mi sitio no está allí. Ahora me escucho, por fin desde hace seis años.
Llevo media vida trabajando con niños y adolescentes. Sé que mi vocación es la de acompañarles para que descubran el mundo. Cualquiera podría decirme: "Entonces, tú eres profesor". Yo mismo lo creía. La cuestión es que, si te sabes profesor, la salida profesional no puede ser otra que la de... ¡unas oposiciones! Así hice. Pero luego descubres que las soluciones aparentes son falaces. Mi vocación son los niños, pero el Sistema no los trata bien. Muchos profesionales sí lo hacen, y nadan a contracorriente en medio de la vorágine burocrática para salvar a esos pequeños de la necedad que les rodea. Por ellos brindo. Sin embargo, mi estrategia ha sido otra. Comencé a buscar un lugar donde sí encajase. La Educación Primaria es más experimental, pero mi titulación no me permite estar en ella. Y la Secundaria no deja apenas espacios para soñar. Así que, después de mirar hacia afuera, me detuve y miré hacia dentro. Y ahí estaba. Lo tenía en mi propia casa. Los Gatos con Batas
Aida y yo llevamos dos años jugando a inventar historias y a mezclar colores y formas aquí y allá. Y cuando la vida me obligó a parar, surgió la chispa. "¡Hagamos de esto algo profesional!", dijimos. Si me lo hubiese propuesto cualquier otro, tal vez me hubiese negado. Pero lo hizo ella. Ella. La mejor compañera de viaje. Tuve dudas, porque esto suponía cambiar radicalmente de vida. Pero el proyecto fue llenando de luz mi cabeza y mi alma. Sí. Era posible. Es Posible. Y aquí estoy.
De todas las mudanzas que he hecho en mi vida, ésta ha sido la más dura, y a un tiempo, la más fascinante. Ha sido dura porque, a pesar de los sinsabores de mi trabajo anterior, cada día regresaba a un hogar lleno de magia y armonía. Y es la más fascinante porque supone una mudanza de toda mi realidad. No he trasladado sólo mis enseres y mi ropa. He trasladado todos mis valores al lugar donde se van a hacer posibles. Voy camino de unir cuerpo, cabeza y corazón en un mismo paso. Y eso es muy grande.
En mis mente quedará por siempre la última tarde en Las Bayas. Recogiendo las cajas que quedaban y subiéndolas al coche bajo el sol de la tarde. Un calor de justicia. Y al subir para echar un último vistazo, ya no quedaba nada que recoger. Con un nudo en el estómago, abrí mis brazos y abracé la esquina del pasillo, la que tiene un espejo en la pared, la que dobla hacia nuestro dormitorio. Y abracé mi hogar por última vez. Al arrancar el coche, pude ver por el retrovisor como se alejaba aquella pedanía donde fuimos felices por primera vez, por tantas veces. Y recordé que lo que dejaba atrás era una casa, pero lo que llevaba conmigo era mi hogar. 

Comentarios

  1. qué valiente y honrado en tomar la dicisión.
    Solamente gente como tu puede cambiar el mundo

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    1. Siento haber tardado meses en contestar. Un profundo y sincero "gracias". Los caminos adecuados suelen ser los más difíciles, pero las recompensas son inmensas.

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    2. Siento haber tardado meses en contestar. Un profundo y sincero "gracias". Los caminos adecuados suelen ser los más difíciles, pero las recompensas son inmensas.

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