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MUDANZA ("La Baja", IIª parte)

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¿Cómo se puede abrazar a una casa en la que has sido feliz? Así me sentí yo a comienzos de julio. Estuve sólo casi 2 semanas, alternando viajes de 200 kilómetros entre Las Bayas (Elche, Alicante) y La Playa de la Pobla de Farnals (Valencia), acabando el curso en mi último instituto como profe de Historia. Empaquetando nuestros enseres de cocina. Desmontando lámparas. Escuchando el eco de las habitaciones. Hasta que no quedó nada en aquella casa. Nada material.  Cuatro años de hogar. Así resumo mi vida en aquella casa. Cuatro años intensos de vida juntos. Aida y yo nos fuimos allá nada más conocernos. Todo era nuevo. Nuevos besos, nuevas risas, nuevas habitaciones. Habitamos mundos nuevos mirando la vega del Vinalopó, a poniente, y la bahía de Santa Pola, a levante. Crecimos como humanos. Sentimos como gigantes. Y en medio de toda aquella dulce locura, surgió una vida nueva: Iris. Ha sido una fantástica aventura. El comienzo de un viaje. Hace unos meses, no podía imaginar que dejar

LA BAJA (Iª parte)

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Hace ya más de dos meses que mi camino se torció. Así, abruptamente. Mi caminar era el de aquel que sigue inercias en las que andaba dejando de creer. Preparaba rutinas para unos chicos y chicas que sabía desde hacía tiempo que no les servían de mucho. Cuantas horas gastadas ya. Cuantas contradicciones. Hace ya mucho tiempo que descubrí lo que implica aprender, lo que implica asimilar, lo que implica alimentar el alma. De esas cosas que en las aulas-jaulas no se tocan. No conviene. Es mejor cebar las cabezas con datos inútiles. Mejor lastrar los cuerpos con mochilas llenas de trastos para que se hundan en su propia abulia. Mejor encadenar lo vital de los mejores años de sus vidas a un pupitre sin que nadie les pregunte "¿tú qué quieres de verdad?". Y ahí estoy yo. No como testigo del desastre, no. Soy colaborador asalariado, mercenario de la ruina. Soy prostituta del sistema educativo. Me vendo. Vendo mi saber. Vendo mi cuerpo cuando cruzo la puerta de mi centro a las 8