LA BAJA (Iª parte)


Hace ya más de dos meses que mi camino se torció. Así, abruptamente. Mi caminar era el de aquel que sigue inercias en las que andaba dejando de creer. Preparaba rutinas para unos chicos y chicas que sabía desde hacía tiempo que no les servían de mucho. Cuantas horas gastadas ya. Cuantas contradicciones.
Hace ya mucho tiempo que descubrí lo que implica aprender, lo que implica asimilar, lo que implica alimentar el alma. De esas cosas que en las aulas-jaulas no se tocan. No conviene. Es mejor cebar las cabezas con datos inútiles. Mejor lastrar los cuerpos con mochilas llenas de trastos para que se hundan en su propia abulia. Mejor encadenar lo vital de los mejores años de sus vidas a un pupitre sin que nadie les pregunte "¿tú qué quieres de verdad?".
Y ahí estoy yo. No como testigo del desastre, no. Soy colaborador asalariado, mercenario de la ruina. Soy prostituta del sistema educativo. Me vendo. Vendo mi saber. Vendo mi cuerpo cuando cruzo la puerta de mi centro a las 8 de la mañana. Vendo mi alma libre a cambio de una salario respetable. Y lo hago de manera impune. Porque, a los que son como yo, no se nos toca. Si algo le pasa a esos chiquillos cuando se rebelan, la palabra de un colega es "palabra de dios". Y a ese pobre diablo se le manda a un falso tiempo de reflexión que no sirve más que para alimentar su aversión y su rebeldía.

En las redes sociales echo leña al fuego de un cambio en un sistema que agoniza. Y me llueven comentarios complacientes, palabras amigas, aprobaciones tácitas de gente que también lo ve. Pero cada mañana vuelvo a la fábrica de sueños rotos y me tengo que esconder de la madrastra malvada que nos vigila desde el piso de abajo. Y en el departamento asiento con estudiada complacencia a las decisiones absurdas de mis ciegos compañeros. Lo hago por no discutir. Hace ya meses que me cansé de discutir. Prefiero tener paz a tener razón.

A la hora de salir, cada uno de los 5 días de mi semana laboral, siento el sol en mi rostro y me renuevo, aunque no del todo. Sé que se me ha vuelto a quedar por los pasillos un poco de mi ilusión, esa con la que entré hace unos años. Ya no queda nada. El sistema educativo es un gigante que devora a sus hijos. Pero me siento feliz, porque vuelvo a un hogar lleno de comprensión, de amor, de fantasía. Lo que menos soporto es arrastrar conmigo a ese hogar todas mis neurosis, que cada día aumentan y me desequilibran. A ratos me invaden las imágenes de la lógica absurda de las aulas, de la estupidez de muchos compañeros escolarizados hasta las trancas. No quieren entender que así no se puede educar. A ratos los odio. A ratos los compadezco. Y casi siempre siento pena por mi. Y mi prolongado silencio frente a los que no pueden escuchar me anda quemando por dentro. Sí. Mi salud se ha deteriorado en estos últimos años. Sabía que tenía que salir de allí. No a otro centro. No hay demasiadas diferencias entre todos. Tenía que salir de esta vida. Y entonces ocurrió.

Justo antes, la sombra de un inspector amenazaba mi mutismo y mi disimulo. Muchos padres no comprender que se puede y se debe aprender sin libros, sin exámenes, sin deberes, sin estrés. Con Amor. Ante la incomprensión, una queja formal a Inspección Educativa. El precio: una programación de todo un curso. A Aida y a mi nos costó un fin de semana de trabajo de recopilación documental y la pérdida irremisible de mi 41 cumpleaños. Pero salimos airosos. Ese domingo sentía desde lo más profundo que necesitaba pedirme una baja. No sabía con qué motivo oficial. Sólo sabía que necesitaba pararlo todo. No podía más.

A veces, que una parte de ti se rompa, sirve para recomponer el resto de tus partes. A veces, estar de baja de un trabajo que te da disgustos, sirve para darte de alta de tu vida. A veces pasa. Esta es la vez.





Comentarios

  1. Un pedacito de nuestra vida. :-)

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  2. ¡Pues disfruta tu baja y reinvéntate! ¡Disfruta de tu casa y tu familia! Disfruta del día a día porque tienes toda la razón del mundo y las almas sensibles como tú no podéis soportar tanta aversión. A mi compañero le pasa lo mismo y lo pasa fatal. Quizás las mujeres tengamos más aguante...sobre todo las que somos madres.

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  3. Tomás, aparentemente has tenido una crisis profesional de la que irás recuperando "haciendo las cosas que crees tienes que hacer en la escuela" pero sabiendo nadar y guardar la ropa... para sobrevivir con salud mental a ciertas situaciones de hipocresía.
    Otros, antes y otros después, vivimos y vivirán situaciones parecidas desde las que la escuela crece. Yo, no cogí la baja... quise presentar la dimisión, ya hace 35 años. Adelante... lo que te pasa es porque seguramente vas a ser un buen maestro.

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